Sunday, May 9, 2021

SP -- LARRY ROMANOFF -- Es hora de tirar la democracia a la basura -- Parte 1 - El origen -- May 09, 2021

 

Es hora de tirar la democracia a la basura
Parte 1 – El origen

 Por  Larry Romanoff, 9 de Mayo, 2021

Traducción: PEC




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Vamos a comenzar esta discusión en un lugar muy extraño.

Casi todo el mundo sabe que durante siglos los judíos han sido expulsados repetidamente de una nación tras otra, la serie más reciente durante los últimos 700 u 800 años, y las expulsiones solían producirse cada 50 años aproximadamente. Todo esto está bien documentado, pero es interesante que nadie parece haber prestado atención a la fecha exacta en que cesaron estas expulsiones o, lo que es más importante, por qué cesaron.

Es necesario que nos remontemos a la historia de Europa del Este.


“Alrededor de la época en que Carlomagno fue coronado Emperador de Occidente, los confines orientales de Europa entre el Cáucaso y el Volga estaban gobernados por un estado judío, conocido como el Imperio Khazar”. (1) El apogeo de su poder se produjo entre los siglos VII y X de nuestra era. Los jázaros eran un pueblo de estirpe turca que, por razones que se pondrán de manifiesto más adelante, decidió adoptar el judaísmo como religión en torno al año 750 d.C., pero lo más importante es que no eran judíos, en ningún sentido de la palabra. Eran totalmente turcos y de Europa del Este, “no de Canaán, sino del Cáucaso y… genéticamente están más relacionados con las tribus hunas, uigures y magiares que con la semilla de Abraham, Isaac y Jacob”. (1 , p. 17)

Eran guerreros nómadas, “sus complexiones son blancas . . y su naturaleza es fría. Su aspecto general es salvaje”. (2, p. 19) “Una crónica georgiana, haciéndose eco de una antigua tradición, los identifica con las huestes de Gog y Magog – ‘hombres salvajes con rostros horribles y modales de bestias salvajes, comedores de sangre’. Un escritor armenio se refiere a… ‘la horrible multitud de jázaros con insolentes caras anchas y sin pestañas y con el pelo largo y caído como el de las mujeres'”. (3, p. 20)) Eran, sin duda, una de las especies animales más violentas y crueles que han habitado la tierra, sin ninguna utilidad para la vida que no fuera la suya. Los jázaros eran un pueblo tan violento, brutal y salvaje que se les describe como “temidos y aborrecidos por todos los pueblos de esa región del mundo”. Poco se sabe de su origen, porque los historiadores, por razones que pueden hacerse evidentes más adelante, los han excluido de nuestra historia.

No me detendré más en esto, sino en señalar que estos jázaros de Europa Oriental eran sin duda los pueblos más odiados y temidos de toda Europa en su momento, quizás de toda la historia. Su sed de sangre y su crueldad eran legendarias, por no hablar de su codicia. (4) Más adelante será importante saber que antes de que adoptaran el judaísmo, la religión jázara era de adoración fálica.

 

 

El Imperio jázaro llegó a su fin cuando los pueblos de Europa, incapaces de tolerar la salvaje brutalidad de esta gente, se unieron, exterminaron el Imperio y dispersaron a los jázaros supervivientes a los cuatro vientos. Fueron derrotados principalmente por los rusos en torno al año 965 d.C., pero persistieron en cierta medida, sufriendo varios exterminios adicionales hasta finales del siglo XIII, cuando Gengis Kan los limpió y ocupó casi todo su territorio anterior. Los supervivientes fueron expulsados de su hábitat nativo y se convirtieron en nómadas, gente sin nación ni lugar, y sin lealtad a ningún pueblo, nación o lugar. Quedará claro por qué los jázaros simplemente “desaparecieron” de la historia, para ser reemplazados por los judíos que aparecieron repentinamente por todas partes, al menos en naciones de Europa del Este como Polonia, Hungría y Bulgaria.  Y como señala Koestler (página 159 (4)), ésta es “la cuna de la parte numéricamente más fuerte y culturalmente dominante de la judería moderna”. Y de hecho, he leído publicaciones judías que afirman rotundamente que (parafraseando, pero con exactitud) “bien podría decirse que ya no quedan ‘judíos de verdad’ en el mundo, que al menos el 95% de todos los judíos son jázaros europeos”.

 

De este retazo de la historia, el principal significado para nosotros en nuestra comprensión de la “democracia” es que estos jázaros eran (y siguen siendo) europeos y no judíos. Seguiré el ejemplo de Benjamin Freedman (4) al referirme a ellos en lo sucesivo como “supuestos judíos”.

Ahora podemos dejar esta parte de la historia bien enterrada (ignorando por el momento POR QUÉ ha sido tan bien enterrada) y proceder con las vidas de esta diáspora Khazariana. La avaricia los llevó a la banca, al dinero, a las joyas y, especialmente, al cultivo de impuestos, mientras que su brutalidad nativa se prestó bien al comercio de esclavos blancos, todas las ocupaciones que han perseguido desde entonces. Su falta de hogar natural y su diferencia fundamental con otras tribus humanas fueron quizás responsables de su falta de lealtad a cualquier nación o pueblo, y su brutalidad cruel aparentemente innata, junto con sus perversiones sexuales aparentemente también innatas, explicaron su deriva hacia ocupaciones como el comercio de esclavos y la creación de un sistema que produjo potencialmente millones de concubinas y eunucos para los países árabes. Esto último también explicaba su repentino cambio al judaísmo, ya que el Talmud babilónico se ajustaba bien a sus inclinaciones, una especie de “espíritu afín” para el que estaban bastante dispuestos y eran receptivos. Su naturaleza violenta e independiente también se manifestaba en una poderosa falta de voluntad para aceptar el sometimiento o la subordinación al poder gobernante, y en su mayoría rechazaban definitivamente la asimilación.

Sus problemas eran muchos. Estos jázaros (ahora nuestros “llamados” judíos) eran amargamente odiados por su comercio de esclavos, secuestrando a innumerables mujeres jóvenes para venderlas en harenes de todo el mundo, y por secuestrar y castrar a hombres jóvenes para servir como eunucos en esos mismos harenes. Otro problema era su explotación fiscal. El proceso era sencillo. Se dirigían a un monarca con la propuesta de pagar anualmente por adelantado la totalidad de los ingresos fiscales de su reino, en una suma global, a cambio de lo cual tendrían derecho a imponer y recaudar impuestos de la ciudadanía durante el año siguiente, para recuperar su “inversión” y obtener un beneficio. La teoría era sólida; la práctica, brutal. Estos supuestos judíos crearían, impondrían y recaudarían impuestos de un tipo y en un volumen que asombraría a la imaginación y acabaría llevando a la quiebra a toda la nación.

El monarca descubría repetidamente que la recaudación de impuestos avanzaba sin fin hasta que toda la nación estaba al borde de una revolución, momento en el que se tomaba la decisión de expulsar a estos llamados judíos del país, en masa, a veces permitiéndoles llevarse su botín, a veces confiscándolo a la salida. Lo mismo ocurrió con el tráfico de esclavos y con otros asuntos; finalmente esta diáspora llevó las cosas tan lejos que se consideraba la expulsión masiva como la única salvación del país. También hubo otras razones. La reina Isabel de España expulsó a todos los llamados judíos por su persistente determinación en destruir el cristianismo en España. Otras naciones aborrecían los repetidos y bien documentados informes de sacrificios de sangre cometidos con niños secuestrados.

Durante generaciones hemos estado expuestos a historias de “los judíos” expulsados de varias naciones por razones de antisemitismo; y no es así. En primer lugar, y de nuevo, no eran “judíos” sino simplemente supuestos judíos, y fueron expulsados por sus crímenes y su codicia, sin relación con su (falso) origen étnico.

Esto, en parte, está al margen pero es importante: Hollywood (que es propiedad y está controlado por los mismos llamados judíos) nos ha ofrecido historias desgarradoras sobre las matanzas de judíos en Rusia y en otras naciones de Europa del Este, pero consideremos algunos hechos ocultos. La Revolución Rusa no era rusa en ningún sentido; era en cambio una revolución 100% judía destinada a la destrucción total de Rusia -muy posiblemente en retribución. Fue financiada por supuestos judíos -Jacob Schiff en los Estados Unidos- con varios cientos de hombres entrenados durante años en los Estados Unidos y enviados a través de Canadá a Rusia para fomentar la revolución. Tuvieron éxito. Entre sus logros están la ejecución de los Romanov, de toda la familia real rusa, el exterminio de prácticamente toda la clase media junto con la mayor parte del clero, la creación de la (llamada) Cheka bolchevique judía, la temida policía secreta, y los Gulags de Aleksandr Solzhenitsyn. La historia nos dice que exterminaron al menos a 60 millones de personas (tal vez un tercio de la población), aunque los llamados historiadores judíos cuestionarán esta cifra. Cuando se fueron, se tomaron su tiempo para saquear toda la nación de la mayoría de sus tesoros de arte, las posesiones invaluables de la Familia Real de Rusia, y todo el contenido del banco central de Rusia que incluía miles de millones en oro. Típico comportamiento jázaro. En cuanto a las matanzas: soy de origen ruso. Si usted y su gente vienen a mi país, matan a mi rey y a su familia, exterminan a toda la clase media y llevan a la nación a la bancarrota, dejando sólo muerte, miseria y pobreza, podría estar tentado de perseguirle y matarle también, sin que su origen étnico tuviera relación con mi decisión.

Volviendo a nuestros jázaros europeos, nuestros llamados judíos, podemos imaginar que estas repetidas expulsiones de docenas de países, quizás cada 50 años aproximadamente y continuando durante cientos de años sin fin, se volverían incómodas y fastidiosas. Por no hablar de su coste.

La cuestión principal era que estos supuestos judíos estaban sujetos al capricho de un monarca -de un hombre- que tenía el poder y la facultad de expulsarlos y confiscar sus bienes a su antojo. Tenía que haber una forma mejor. Nuestros llamados judíos intentaron primero engendrar revoluciones populares cuando sentían que soplaban vientos de expulsión. Tuvieron éxito, pero los beneficios resultaron ser marginales; un monarca antipático era rápidamente sustituido por otro de sentimientos similares y con preocupaciones parecidas por su propia longevidad.

Pocas personas parecen saber que los países europeos tuvieron dos olas de revoluciones con unos 100 años de diferencia, la primera serie produjo resultados como los mencionados anteriormente, sin ningún beneficio duradero para nuestros jázaros. Así es como Napoleón obtuvo el poder. Un grupo de estos llamados banqueros judíos compró y almacenó toda la cosecha de grano de Francia, y se negó a dejarla en el mercado a cualquier precio. El pueblo literalmente no tenía pan para comer. De ahí nuestra revolución. Pero Napoleón comenzó a tener pensamientos de que el banco central de Francia -establecido por nuestros llamados judíos como una forma de saquear la nación a perpetuidad-, en realidad le pertenecía. El hombre tuvo la suerte de escapar con vida. Otros no fueron tan afortunados, incluyendo a Abraham Lincoln y John F. Kennedy.

Sin embargo tenía que haber una manera mejor, y nuestros llamados judíos no sólo la encontraron, sino que la han promulgado incesantemente como una religión tan sagrada que incluso examinarla o cuestionarla constituye ahora una blasfemia del más alto nivel. La concepción fue brillante, el proceso tedioso y lleno de detalles, pero era la simplicidad en si misma. Si es usted un lector inteligente, debería ver aquí las semillas de la “democracia”.

Los occidentales parecen tener predilección por las monarquías; recuerdos agradables de tiempos pasados, los placeres de la “corte”, recuerdos coloquiales de pintorescas decapitaciones y de la arbitrariedad de las sentencias, y mención envidiosa a la “prerrogativa del Rey” en una noche de bodas. En general, un recuerdo poco crítico. Pero las monarquías no siempre fueron así. Por ejemplo, un príncipe de Transilvania, con la intención de dar a los ciudadanos una lección que recordaran, hizo que sus soldados reunieran a 20.000 campesinos y les cortaran un brazo y una pierna a cada uno. No era tan difícil convencer a las poblaciones incultas, pero sensibles, de que se rebelaran contra las frecuentes guerras, la imprevisible brutalidad de los gobernantes, su insensible y cínica falta de preocupación por la población y su mala gestión en general.

Nuestros supuestos judíos dijeron al pueblo: “No necesitamos un rey. Un país es fácil de administrar. Podemos formar un gobierno con el pueblo. Podemos gobernar nosotros mismos. No más guerras inútiles, no más impuestos castigadores, ni un monarca viviendo en el lujo mientras nos morimos de hambre. Podemos hacerlo nosotros mismos y ser libres”.

Pero el pueblo dijo: “No sabemos nada de gobierno. ¿Cómo podemos hacerlo?” Y los llamados judíos dijeron: “No os preocupéis. Nosotros lo sabemos todo sobre los gobiernos. Hemos vivido en muchos países. Podemos deciros todo lo que necesitáis saber. Podemos ayudaros a encontrar a las personas de vuestra población que puedan dirigir el país. Confiad en nosotros. Somos vuestros amigos”.

Pero el pueblo dijo: “¿Y si este gobierno es malo? No estaremos mejor que antes”. Y los llamados judíos dijeron: “No os preocupéis. Hemos pensado en eso. Crearemos dos “partidos”, y podréis elegir al que queráis. Si un grupo no lo hace bien, podéis echarlo e introducir al segundo partido. Así se mantendrá la honestidad, y vosotros -el pueblo- tendréis la libertad de elegir vuestro propio gobierno. Confiad en nosotros. Somos vuestros amigos”.

Pero el pueblo dijo: “Un país necesita dinero para funcionar. No sabemos nada de eso”. Y los llamados judíos dijeron: “No os preocupéis. Nosotros lo sabemos todo sobre el dinero. Crearemos el dinero y un Banco Central (a través del cual podremos saquear vuestra nación a perpetuidad), y funcionará mucho mejor que lo que tenéis ahora. Confiad en nosotros. Somos vuestros amigos”.

Pero el pueblo dijo: “No sabemos cómo organizar la selección de hombres para dirigir nuestro país. No sabemos cómo elegir, y esta empresa sería complicada y costosa”. Y los llamados judíos dijeron: “No os preocupéis. Nosotros sabemos cómo seleccionar a los hombres buenos (que son pervertidos sexuales sobre los que tenemos muchos vídeos) que serán capaces de gobernar (según nuestros dictados), y les daremos gratuitamente el dinero necesario para que hagan campaña y para que vosotros celebréis unas elecciones. Confiad en nosotros. Somos vuestros amigos”.

Los paisanos estaban extasiados con visiones de ciruelas de azúcar bailando sobre sus cabezas, mientras que las élites estaban aún más extasiadas porque se dieron cuenta desde el principio de que los líderes del gobierno sólo podían venir de su grupo. Estos supuestos judíos ofrecían a las élites el control total de todo su país, y estaban dispuestos a financiar la transición. ¿Cómo se podía rechazar una oferta así?

Para ponerlo en perspectiva, toda la historia se desarrolló a lo largo de 200 años o más, e involucró a miles de jázaros, a veces actuando de forma independiente pero a menudo de forma concertada, y con errores, lapsos y aprendizajes antes de que el producto final se estableciera firmemente. Así que, en este sentido, es un poco simplista decir simplemente que “los judíos crearon la democracia”. Sin embargo, así es como ocurrió, y esto es por lo que ocurrió.

Me gustaría añadir una nota final sobre las recurrentes expulsiones de los (llamados) judíos: en realidad nunca han cesado. En Japón, la ciudad de Nagasaki expulsó a todos los judíos antes de la Segunda Guerra Mundial, y unos años después Japón expulsó a todos los judíos del país. Fueron enviados a Shanghai, donde los llamados judíos del opio de los Rothschild, Sassoon, Kadoorie y otros poseían y controlaban en gran medida la ciudad.

Pocas personas saben que fueron los llamados judíos quienes seleccionaron los objetivos de las bombas atómicas de los Estados Unidos, Bernard Baruch en particular(“el hombre más poderoso de Estados Unidos”) tenía la última palabra. Su primer objetivo fue Kioto, porque era el corazón cultural de Japón y su destrucción total por una explosión atómica crearía “una herida que nunca sanaría”. Kioto fue protegida por la Providencia con un sólido cielo nublado que impidió a los bombarderos localizar su objetivo con suficiente precisión, por lo que se dirigieron a la ciudad alternativa, Hiroshima. Es casi seguro que Nagasaki fue seleccionada por Baruch como segundo objetivo en retribución por la expulsión de los judíos unos años antes.

No es muy conocido, pero después de la victoria de Mao sobre los nacionalistas de Chiang Kai-Shek (que fueron apoyados por los llamados judíos y los americanos), su primer acto fue expulsar a todos los llamados judíos de China y expropiar todas sus propiedades financiadas con el opio, que incluían prácticamente todo Shanghai y las sucursales del HSBC en el continente. La historia escrita por los llamados judíos se limita a decir que los judíos “se fueron rápidamente después de la guerra”, sin especificar exactamente por qué se fueron. China lo sabe, pero el mundo occidental no.

Alemania intentó lo mismo, y más o menos por las mismas razones, siendo la “solución final” de Hitler enviar a todos los llamados judíos a Madagascar. Todos sabemos lo mal que acabó, y Alemania es hoy una nación acobardada, totalmente controlada por esta misma gente, y que sigue siendo castigada sin piedad después de 80 años.

Fue en algún momento de este proceso en el que estos jázaros se convirtieron en sionistas e instituyeron su violenta búsqueda de una patria: Sión. Buscaron en América del Sur, en África, y finalmente se establecieron en Uganda como su patria. Pero para entonces habían obtenido el suficiente control político de Inglaterra y de los Estados Unidos, y Palestina se convirtió en su objetivo.

Es un hecho poco conocido de la historia que un pequeño grupo de europeos orientales ricos, inteligentes y ambiciosos secuestraron la religión judía y la convirtieron a sus propios fines nefastos. Estas personas dan mala fama a los “verdaderos judíos”. El antisemitismo es casi una falacia por definición; no es antijudaísmo sino antijazarismo y, una vez más, los jázaros no son “judíos” y no son pueblos semitas.

En el próximo artículo de esta serie describiré los ingeniosos defectos que se han incorporado al sistema democrático occidental y que permiten a los llamados judíos tomar el control total de los gobiernos occidentales entre bastidores y saquear las economías sin piedad, al tiempo que impiden que surja cualquier gobierno socialista legítimo u orientado al pueblo. Más adelante exploraremos la contribución masiva a este esfuerzo de los medios de comunicación occidentales, de las industrias cinematográficas y editoriales, que casi en su totalidad son propiedad y/o están controladas por estos mismos llamados judíos. Un resultado evidente es el de impedir que el público occidental obtenga esta información.

*

Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 30 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en idiomas extranjeros en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado altos cargos ejecutivos en empresas de consultoría internacional y ha sido propietario de un negocio internacional de importación y exportación. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando casos prácticos de asuntos internacionales a las clases del último año del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney “When China Sneezes” (Cuando China estornuda – Tratar con Demonios ). 

Puede verse todo su archivo en https://www.moonofshanghai.com/ 
y en http://www.bluemoonofshanghai.com/

Puede contactarse con él en: 2186604556@qq.com

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Notas:

(1) https://www.amazon.com/Thirteenth-Tribe-Arthur-Koestler-ebook/dp/B00CP43146
https://archive.org/details/arthurkoestlerthethirteenthtribe
Koestler, p. 17

(2) ibid, p. 19

(3) ibid, p. 20

(4) https://www.moonofshanghai.com/2020/10/jewish-responsibility-for-both-world.html
Benjamin Freedman (debería ser considerado una lectura obligatoria

 

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