Tuesday, July 11, 2023

SP — LARRY ROMANOFF: La Medida de una Nación


 

La Medida de una Nación

Por Larry Romanoff, 14 de Octubre, 2022

Traducción: PEC 

 



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Una de las principales iniciativas propagandísticas americanas pretende medir y juzgar a las naciones, una representación escénica en la que los americanos, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación de propiedad judía, acaparan el único micrófono mientras ejercen su presunto derecho a establecer las normas de evaluación de la validez moral inherente de otras naciones y formas de gobierno, e incluso de las propias culturas nacionales. Pero la mayoría de las normas aplicadas en estos ejercicios de "Sentirse bien por ser americano" son vacuas, medidas indefinidas y en gran medida indefinibles, prácticamente todas ellas no mensurables, y en su mayoría tonterías utópicas. Constantemente se nos trata con condescendencia con insensatas afirmaciones sobre la "libertad", los "valores democráticos", el "Estado de Derecho", el "orden internacional basado en normas", o cosas como ser "una sociedad genuinamente libre y abierta". Las frases, aunque atractivas, son tan generales que carecen de sentido.

 

La superioridad moral no proviene de los tópicos ni de fingir valores utópicos, sino de los actos. Es lo que eres, no lo que dices que eres. No me importa mucho lo que dices defender o en lo que crees; me interesan tus actos, que es donde reside la prueba. Estas actuaciones juveniles de relaciones públicas consisten sobre todo en americanos que hacen perder el tiempo a todo el mundo reivindicando ideales míticos insensatos y proporcionando largas listas de cosas en las que "creen" pero que nunca practican, sus convicciones religiosas no prueban nada salvo la histeria colectiva, especialmente las partes sobre los valores democráticos. Los americanos creen que son "buenos", pero ¿en qué sentido son, como individuos o como nación, mejores o moralmente superiores a un canadiense, un alemán, un chino o un brasileño? La simple verdad, obvia para todo el mundo excepto para los propios americanos, es que no son superiores, y hay pruebas evidentes de que son peores.

 

Cuando discutimos la naturaleza de las naciones, el valor intrínseco de sus gobiernos y estructuras, e incluso de la propia moral social, estas normas establecidas por los americanos son en sí mismas erróneas. La distinción más importante para una nación, al igual que para un individuo, es su carácter, demostrado con hechos más que con tópicos, cuyo principal rasgo determinante es su actitud hacia la humanidad, reflejada principalmente en su nivel de agresividad o beligerancia: el deseo de paz o de guerra. Casi todo lo demás que es importante sobre una nación o una persona se deriva de esta distinción, de un carácter de respeto y preocupación por las personas, o de desprecio y agresión. Aunque a menudo definimos estas características en términos políticos, su naturaleza básica no es política sino humana, y refleja el carácter, la naturaleza humana, de las personas que viven en esas naciones. La verdadera medida de una nación existe en las mismas características que empleamos para medir a las personas. No evaluamos principalmente a las personas en función de su política o religión, o de su salud, la extensión de su patrimonio o su fuerza física. Todo eso es irrelevante cuando preguntamos: "¿Qué clase de persona eres?.

 

Las naciones tienen personalidades y características que sirven para definirlas. Los alemanes son famosos por su precisión y su respeto por la calidad. Sólo Alemania podría construir un Mercedes o un BMW. Sólo los italianos podrían diseñar y fabricar un Ferrari o un Lamborghini. Sólo los franceses podían fabricar un 2CV. No es casualidad que Italia y, en cierta medida, Francia sean los centros mundiales de la moda. Algunas naciones y sus gentes están imbuidas de una cultura que valora más la cohesión del grupo que la individualidad, o se centra naturalmente en la riqueza de la calidad de vida más que en la obtención de posesiones. Algunos pueblos se interesan principalmente por el dinero, otros por el poder. La virtud es tan importante para juzgar a una nación como a las personas. Podemos ser envidiosos por naturaleza y quizás sentirnos atraídos por personas ricas y guapas o hermosas, quizás también poderosas. Pero cuando evaluamos a los demás, la mayoría de nosotros somos capaces de mirar más allá de lo externo y superficial y de hurgar un poco más, centrando primero nuestro examen en lo esencial del carácter de una persona.

 

¿A quién admiramos en nuestras vidas? A las personas que son fuertes, pero buenas. Hombres y mujeres superiores de grandes proporciones y carácter fuerte, que no son arrogantes, mezquinos o ruines, sino que son pacientes y tolerantes con los menos dotados o dotadas. Admiramos la generosidad y la bondad de corazón. Despreciamos la mezquindad y la jactancia, al igual que los celos y la envidia. Aborrecemos la violencia y a las personas violentas, y evitamos a quienes se enfadan con facilidad. Nadie respeta a un hombre que se deja llevar, que depende de su fuerza física o de sus poderosos contactos para protegerse. Nadie admira a una mujer que carece de pudor, ni respeta a los hombres que son depredadores de mujeres o que disfrutan aprovechándose de los débiles. A nadie le gusta un matón o un hipócrita, un mentiroso o un ladrón. Ninguno de nosotros elegiría estar en compañía de alguien que siempre quiere tener el control, que se niega a reconocer las necesidades o los deseos de los demás, y todos conocemos los peligros de un hombre que se regodea en el poder cuando lo obtiene. En cambio, admiramos a quienes muestran paciencia y tolerancia hacia quienes son menos afortunados que ellos. Respetamos la honradez y la integridad personal, el apego a la verdad, un alto grado de madurez. Admiramos el valor y despreciamos a los cobardes. Admiramos a los que tienen sentido de la justicia tanto para los demás como para sí mismos, a los que tratan a los demás como les gustaría que les trataran a ellos. Nos disgustan y evitamos a los mentirosos habituales, y la mayoría de nosotros sentimos un desprecio natural y bien merecido por los que mienten sobre los demás.

 

Así pues, si tuviéramos que valorar y evaluar al Capitán América, ¿cómo lo calificaríamos en términos de superioridad moral o de cualquier otro tipo? Para empezar con las superficialidades, admitiríamos que es físicamente fuerte, más rico que muchos, quizá guapo y bien vestido, y parece vivir en una bonita casa. ¿Pero luego qué? Afirma creer en un dios, pero incumple libremente todas las leyes de ese dios. Es una persona violenta, la violencia hacia casi todos los demás es un adjetivo que define su carácter, y ha sido así desde la infancia. No hay duda de que utiliza su fuerza para intimidar a todos los que le rodean, y sin duda es un depredador. Depredar a los débiles es uno de sus adjetivos definitorios. También es un cobarde, que evita la confrontación hasta que pueda debilitar lo suficiente a un oponente a distancia antes de atacar, sin haber demostrado nunca ningún interés en lo que podríamos llamar "una lucha justa". Al igual que sus bravuconadas, su mezquindad es legendaria, y no es más que un darwinista social, con su disposición a la ley de la selva dirigiendo prácticamente todos sus encuentros sociales. No sólo es mezquino y violento, sino que disfruta haciendo sufrir y viendo sufrir a otras personas (más débiles), y además ha sido así desde niño. Por lo general, está decidido a ganar a toda costa, despojándose libremente de cualquier valor que pretenda tener. No sólo miente hasta la saciedad, sino que utiliza esas mentiras para denigrar primero el carácter de aquellos a los que pretende intimidar y atacar físicamente, esperando que los ignorantes no se den cuenta de que ésa es su táctica para justificar su violencia contra ellos. Y es un quejica. Toma por la fuerza todo lo que puede, y se queja cuando no puede.

 

Ciertamente, es un hipócrita, su hipocresía es tan sobresaliente como para calificarla de característica definitoria de su naturaleza. No vemos indicios de un corazón bondadoso ni de una disposición indulgente, y el único producto que parece distribuir con generosidad es su violencia inherente. Es obvio para todos que se deleita en el poder como lo hace todo hombre inferior. Vemos pruebas abrumadoras de su mezquindad e inmadurez, así como de su falta de simple honestidad y sinceridad, siendo de nuevo la falta de sinceridad un adjetivo definitorio de su carácter. A menudo es celoso y envidioso, hasta el punto de que hará todo lo posible por hundir a aquellos cuyas virtudes destaquen y parezcan atraer la admiración o el respeto de los demás. Está tan engañado que, en su mente, sólo él tiene derecho al respeto y la admiración, por no hablar de la obediencia. La justicia (para los demás) no parece estar en su vocabulario.

 

Es arrogante y fanfarrón casi más allá de la descripción, la modestia también está ausente de su vocabulario. Se jacta a menudo de su alto nivel de educación, pero parece ser más ignorante que nadie en cualquier parte. La codicia es una característica muy desagradable, pero este hombre es codicioso de una manera especialmente desagradable, no sólo quiere ser rico hasta el punto de golpear a los demás y robarles, sino que también está decidido a que todos los demás sean pobres y sigan siéndolo. No sólo quiere ser más rico que los demás, sino que quiere que ninguna otra persona tenga riqueza alguna. Superficialmente, parece hacer excepciones con algunos de sus amigos, pero a escondidas les roba como roba a cualquiera y, a la hora de la verdad, emplearía libremente su violencia incluso contra ellos. También es esencialmente anárquico, viola cualquier ley nacional o internacional que le parezca inconveniente, dependiendo de su fuerza física y de su poder de intimidación para protegerse. Platón lo dijo mejor que nadie, hace más de 2.000 años: "La medida de un hombre es lo que hace con el poder”.

 

Quizá la característica más sorprendente de este hombre sea su capacidad de autoengaño. Viaja no sólo por su propio país, sino por todo el mundo, jactándose santurronamente de su excelente carácter, hablando a todo el mundo de sus altos valores, de su fe en su dios, de su creencia en la libertad y la igualdad, en lo que él llama "derechos humanos", y mucho más, todas ellas características que son patente y evidentemente inexistentes en sus actos. Luego pide al mundo que ignore su multitud de actos criminales y le juzgue únicamente por esos valores imaginarios que profesa. ¿Está loco? Sí, claro que lo está. Un psicópata, y uno muy peligroso. Pero es incluso mucho peor que esto. El Capitán América es ante todo un asesino. Eso es lo que mejor sabe hacer, y lo que siempre ha hecho, y trata con absoluto desprecio a aquellos a los que mata, especialmente a los niños pequeños que para él no son más que "bichos aplastados". Decir que este hombre es patológico es subestimar gravemente su enfermedad mental. Hay pocos en la historia que hayan matado a tanta gente como este hombre, y que lo hayan hecho de forma tan salvaje y sin remordimientos, o que glorifiquen el asesinato tanto como él, escribiendo y cantando sobre las "gloriosas batallas" que ha librado contra oponentes débiles. Exhibe un nivel de criminalidad totalmente despiadado.

 

A principios de 2014, el escritor americano John Kaminski publicó un artículo titulado "América sin la Máscara: Ante todo, una nación de asesinos". Comenzaba afirmando: "Estados Unidos es una nación de asesinos. Siempre lo ha sido, desde los primeros peregrinos que pisaron Massachusetts y más tarde asesinaron a las mismas personas que les habían salvado del hambre. Toda la población americana está atrapada en el autoengaño de que son héroes que luchan contra una serie interminable de enemigos malvados. Pero, en realidad, sus enemigos siempre han sido personas inocentes, normalmente ocupadas en sus propios asuntos, puestas en peligro por sus propias posesiones valiosas, que los americanos inevitablemente codician, y matarán a cualquiera para conseguirlas. Los países más prósperos y con mayor visión de futuro siempre han sido los mejores asesinos, y América, cuyo presupuesto para guerras y armamento supera el total combinado de todos los demás países del mundo, es el país asesino más prodigioso de todos los tiempos”.

 

Señaló, como he tratado de detallar ampliamente, la intensa campaña de propaganda iniciada por Lippman y Bernays, que hizo que los alemanes comieran bebés en la Primera Guerra Mundial, y que Khaddaffi en Libia matara a su propio pueblo, y tantas otras mentiras para que los banqueros judíos de la City de Londres pudieran eliminar una molestia y controlar el petróleo y el oro. Escribió: "Aunque se revele la mentira, puede que no se cambie el resultado. Este es un retrato de la justicia americana en todo el mundo, el legado que esta odiosa nación de asesinos sigue desatando sobre el mundo. Todas las bellas palabras de teólogos y filósofos sólo pretenden encubrir las inenarrables realidades de Hiroshima (y otras) que pretenden reducir la población a un nivel manejable en una plantación dirigida por tipos con látigos en las manos". Y terminaba con este párrafo:

 

"Qué orgullosos deben estar los americanos de que EEUU siga siendo el gigante belicista del mundo. Todo lo que se necesita hoy en día es un puñado de dólares prácticamente sin valor, y los EE.UU. succiona otra nación prostituida en la órbita corrupta del Nuevo Orden Mundial. Algunos de nosotros intentamos levantarnos y señalar que todo esto está mal, pero nuestras voces se pierden en un maremágnum de trivialidades irrelevantes que son más importantes para la mayoría de la gente que sus propias vidas, que su propio bienestar. Y a medida que se lanzan nuevos aviones y se arrojan nuevas bombas, nuestras voces se ven ahogadas por los horribles sonidos de personas que jadean y mueren, debido a nuestra negativa a reconocer que nosotros mismos hemos fracasado a la hora de protestar contra las mentiras que les están matando. Debido a nuestra profunda ignorancia, nuestras familias pronto sufrirán el mismo destino que aquellos inocentes que han muerto porque no tuvimos el valor de enfrentarnos a las mentiras que nos dijeron, y que todavía nos dicen. Estados Unidos es una nación de asesinos. Si te llamas a ti mismo americano, debes aceptarlo como la verdad y actuar en consecuencia de alguna manera para tratar de redimirte de la escoria desconsiderada que la historia juzgará que has sido. O al menos tendrás que hacerlo si algo te importa algo”.

 

He hablado brevemente en otro lugar de la reciente película de Hollywood "American sniper" (Francotirador americano), basada en la historia real de un tal Chris Kyle, un americano descrito como "el francotirador más letal de la historia de Estados Unidos, cuya fama se extendió en todas direcciones, un héroe...". Este hombre escribió un libro sobre sí mismo, describiendo en parte lo que disfrutaba matando iraquíes, incluso niños pequeños, viendo a sus madres angustiadas y llorando sobre los cadáveres de sus hijos. El libro se hizo enormemente popular, permaneciendo casi un año en la lista de los más vendidos del New York Times. Hollywood rodó una película sobre él que también fue tremendamente popular, siendo nominada a seis categorías de los Oscar de la Academia, y el Gobernador de Texas, Greg Abbott, declaró oficialmente en el Estado el 2 de febrero "Día de Chris Kyle", "en honor a un héroe americano".

 

Se hicieron estatuas de bronce en su honor. Un periódico afirmó que la película recibió "elogios generalizados entre los conservadores por representar a un soldado americano en su mejor momento". Chris Hedges escribió un impactante artículo titulado "Matar cabezas de trapo por Jesús", en el que afirmaba que esta película "idolatra los aspectos más despreciables de la sociedad americana: la cultura de las armas, la adoración ciega de los militares, la creencia de que tenemos un derecho innato como nación "cristiana" a exterminar a las "razas inferiores" de la Tierra". Escribió que la película comienza en una iglesia donde la congregación está escuchando un sermón sobre "el plan de Dios para los cristianos americanos", donde nuestro héroe francotirador, Chris Kyle, será llamado por Dios para usar su "don" de matar. Kyle es citado diciendo: "Sólo desearía haber matado más. Me encantaba matar... Me encantaba lo que hacía. Aún me gusta... era divertido. Me lo pasé como nunca". Hedges señaló que Kyle incluso se tatuó una cruz en el brazo porque "quería que todo el mundo supiera que era cristiano". La justicia de matar en nombre de Dios ha acechado a Estados Unidos desde su nacimiento y es tan virulenta hoy como lo ha sido siempre. Si esto no te asusta, no sé qué podría hacerlo. ¿Cómo puedes evitar llegar a la conclusión de que los americanos están total y criminalmente locos?

 

En todo esto, creo que podríamos hacer algunas preguntas a los americanos. ¿No se os revuelve el estómago al saber lo que vuestro gobierno ha hecho en Afganistán, Irán, Irak y Libia, y los escuadrones de la muerte de la CIA en Haití, Nicaragua y El Salvador? ¿Qué os parece que Madeline Albright matara deliberadamente a medio millón de niños pequeños para dar una lección a Sadam? Si estáis orgulloso de eso, ¿de qué estáis orgullosos exactamente? ¿De los bebés muertos? ¿Del hecho de que pudierais matarlos sin castigo ni retribución? ¿Cómo podéis, como seres humanos, no responder con una repugnancia desgarradora ante una persona así y ante las personas que la nombraron y la apoyaron? ¿Habéis visto las fotos de los fetos horriblemente deformados genéticamente que han aparecido en Irak, Libia, la antigua Yugoslavia y Vietnam? ¿Cómo podéis vivir con eso? ¿Qué opináis de que vuestro país asesine tan libremente a tantos millones de mujeres y niños en otros países y luego se lamente por unos cuantos niños asesinados en una escuela de vuestro país? ¿En qué se diferencia vuestro Presidente de cualquier dictador psicópata o jefe de la mafia? ¿Cómo podéis no estar indignados por vuestro propio Presidente, gobierno y país? ¿Cómo podéis, como americanos, simplemente apartar la vista y no mirar los siglos de maldad y miseria que vuestro país ha infligido a tantas naciones inocentes?

 

Siempre os habéis enorgullecido de vuestros presidentes y otros líderes nacionales, citándolos a menudo como justificación de la superioridad moral de vuestra nación, pero la mayoría de vuestros favoritos, como Washington, Lincoln, Roosevelt y Kennedy, son inviables, con una lista lo bastante larga de bazofia, sordidez, racismo, mezquindad, crueldad, inmoralidad, criminalidad e instintos genocidas como para hacer creer a Atila el Huno que había nacido antes de tiempo. Muchos de vuestros Presidentes, Secretarios de Estado y Secretarios de Defensa eran criminales dementes. ¿Qué os parece que vuestros dirigentes abrieran una universidad dedicada a enseñar a torturar y reprimir a la población civil? Os enorgullecéis mucho de vuestras instituciones democráticas, pero ¿cómo respondéis a la acusación de que vuestro Congreso es el mayor grupo de traidores de la historia?

 

¿Dónde encontráis en todo esto un fundamento para vuestra pretensión de superioridad moral? ¿En qué sentido sois, como individuos, superiores a alguien, en cualquier lugar? ¿En qué es superior vuestro gobierno? ¿Cómo son vuestros presidentes y líderes moralmente superiores a los matones genocidas a los que instruyen en vuestra Escuela de las Américas? Todo vuestro país, desde su gobierno "democrático", hasta sus instituciones, CIA, militares y corporaciones, es sólo una gran empresa criminal. No veo cómo es posible hoy en día ser americano y no estar profundamente avergonzado de mi país y de todo lo que representa, no de las cosas que dice, sino de las cosas que hace. Ya es hora de que el mundo deje de mimaros y, en su lugar, ponga en tela de juicio vuestras descerebradas pretensiones de bondad y superioridad presentando todas las sucias verdades de vuestra nación, y os pida cuentas por vuestros actos y vuestros crímenes.

 

Os enorgullecéis de ser una democracia, un gobierno del pueblo, y afirmáis que estáis al mando, que vosotros dictáis las acciones de vuestros congresistas y senadores, y que tenéis el poder de reemplazarlos en cualquier momento. Sean o no ciertas estas afirmaciones, vosotros como individuos sois responsables de los enormes crímenes de vuestro gobierno. Vosotros sabíais o deberíais haber sabido lo que vuestro Presidente, la CIA y los militares estaban haciendo, y vuestra ignorancia voluntaria no puede excusaros. Y cuando os enterasteis de estos crímenes, no hicisteis nada. No os opusisteis, no os manifestasteis. No hubo protestas callejeras, ni millones de cartas al editor que expresaran vuestro horror o incluso vuestra desaprobación. De hecho, la mayoría de vosotros parecíais aprobar estos actos, y os enorgullecíais de ser americanos tal y como parecéis definir ese término. Y en todo esto, estáis tan orgullosos de ser americanos que cada noche os cantáis a vosotros mismos canciones de cuna sobre vuestros valores democráticos. Pero, ¿cómo os atrevéis a jactaros de vuestros valores democráticos cuando vuestras manos están empapadas de sangre humana?

 

*

Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 30 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en idiomas extranjeros en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado altos cargos ejecutivos en empresas de consultoría internacional y ha sido propietario de un negocio internacional de importación y exportación. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando casos prácticos de asuntos internacionales a las clases del último año del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney "When China Sneezes" (Cuando China estornuda), Cap. 2 "Tratar con Demonios".

Puede verse su archivo completo en
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http://www.bluemoonofshanghai.com/  

Puede contactarse con él en: 2186604556@qq.com

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What part will your country play in World War III?

By Larry Romanoff, May 27, 2021

The true origins of the two World Wars have been deleted from all our history books and replaced with mythology. Neither War was started (or desired) by Germany, but both at the instigation of a group of European Zionist Jews with the stated intent of the total destruction of Germany. The documentation is overwhelming and the evidence undeniable. (1) (2) (3) (4) (5) (6) (7) (8) (9) (10) (11)

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